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En el Ávila aún sobreviven vestigios de la antigua presencia de los indígenas del valle de Caracas. Uno de los más nítidos se puede observar a muy poca altura, subiendo por la ruta de El Marqués, después del PGP de La Julia, y antes de llegar al tanque. La figura simboliza una cabeza humana con cabello largo y bigotes.

En la Piedra del Indio también se pueden ver  varias figuras y puntos, aunque un tanto difíciles de reconocer, pues suelen confundirse con las irregularidades de la superficie rocosa. 

La autenticidad de estos grabados ha sido confirmada por los investigadores, y se piensa que puedo haber sido obra de los indios Mariches, que pertenecían a la nación de los Caracas, vasta colectividad racial que los etnólogos clasifican entre los pueblos autóctonos de Venezuela, aunque con mucha mezcla de aruacas y caribes.

Juan Pimentel habla de los Caracas que se sentían parecidos a una yierba rojiza y de los Toromainas, que eran los habitantes de la montaña Guaraira-Repano.

Otro petroglifo (que no pudimos ver, pues nos falta hacer la ruta), se encuentra a pocos pasos de una gran piedra de cuarzo en la Fila, entre Topo Galindo y Pico Naiguatá. Este pareciera que trata de morderse la cola, aunque también ha sido asociada a un bote con sus proas suspendidas. Fue descubierto por James Mudie Spence en su subida al Naiguatá en 1872.

Huellas de nuestros antepasados
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