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El Ávila antes de ser decretado parque nacional sufrió los desmanes de la época de la conquista y colonización española desde el muy lejano 1567, cuando fue fundado el valle bajo el nombre “Santiago de León de Caracas”, por Don Diego de Losada. En ese entonces, Venezuela estaba rodeada de puras haciendas, cañaverales, y no había presencia alguna de la gran metrópolis en la que pasaría a convertirse la otrora ciudad de los techos rojos.

A diferencia de los indígenas quienes valoraban la montaña por la presencia de dantas, los recién llegados se dieron a la tarea de talar y quemar sus bosques, sembrar conucos y potreros. A los cultivos indígenas tradicionales, especialmente el maíz, se sumaría el trigo, avena, caña de azúcar, frutales, hortalizas e incluso el café

No bastando con esto, la serranía estuvo desde el inicio de la fundación de la ciudad, en manos de diversos pobladores. Para la segunda mitad del siglo XVIII toda la vertiente sur tenía dueños. Entre estos se puede mencionar a Juan de Ávila y Gabriel de Ávila,  de quienes existe una controversia de donde proviene el verdadero origen del nombre “Ávila”.  

El uso irracional de las tierras traería consigo la aparición de abundantes sabanas y especies que aún hoy abundan en el parque, como el capim melao, la cebadilla y la tara amarilla, especies estas que impiden el crecimiento de otras plantas. Una loma que aún deja constancia de esos maltratos es loma Duarte.

Las actividades del hombre perjudicaron en gran medida las principales quebradas que surtían al valle de Caracas desde la montaña, como lo fueron Catuche, Cotiza y Anauco, viéndose afectada no solo la cantidad sino la calidad de la misma; inclusive el agua llegó a teñirse de cenizas tras las sucesivas quemas que se convertirían en una constante.

 

De aquí que, esta fue unas de las razones (cuidado si no la principal), que impulsarían les medidas tendientes al resguardo del que hoy es llamado de forma merecida "el pulmón de Caracas". Hoy es lamentable las condiciones en las que se hallan algunas de estas quebradas, tan importantes en el pasado.

La merma de las aguas condujo a la protección de la montaña

Se podría decir que de forma temprana se iniciaron las medidas de resguardo, tendientes sobre todo a asegurar agua para el valle. El Cabildo caraqueño, desde el lejano 1591, dictó ordenanzas las cuales condenaban con penas y castigos a quienes incurrieran en estas actividades (pastoreos, talas, quemas, entre otras), que tanto afectaban a la comunidad. 

 

Además, destaca la creación de un “Alcayde de Aguas y Guardamontes”, que tendría como función velar por los bosques y aguas de la ciudad. De aquí podría decirse que tiene su origen la figura de los actuales guardaparques que hoy cuidan el Parque Nacional El Ávila. 

Lamentablemente, un solo guardaparques no se daba abasto para vigilar todo el cerro y las medidas dictadas no impidieron que la situación se agravara. Con el crecimiento de la población y de las necesidades primordiales de los caraqueños, debió introducirse la fabricación de carbón vegetal, esto a costa del sacrificio de los mejores árboles de las selvas avileñas y el advenimiento de más y más quemas.

A este problema se sumaba el hecho de que en el pasado el Ávila llamaba poco la atención de los caraqueños, quienes le veían como un lugar lleno de peligros. No había nacido aún el concepto de “montañismo” y existía en la Caracas de antaño diversidad de lugares para el esparcimiento como la laguna de Catia y la de El Paraíso, el bosque de Los Mecedores, El Recreo de Sabana Grande, entre otros.

Todo esto se revertiría un poco con las subidas de Humboldt y Bonpland a la Silla de Caracas, en el año 1800 y la de otros expedicionarios, que impulsaría a muchas personas a repetir la hazaña.

Sin embargo, las actividades ilícitas de quemas, talas y siembras no cesaron. Ante los niveles críticos de las aguas de Catuche y Anauco, en 1834 se recomendó la compra de los terrenos que colindaban con las quebradas, pero además aquellas que surtían de agua a La Guaira, Maiquetía y Macuto, por ordenanza del Consejo Municipal de Caracas. Aquí está en embrión la idea de lo que es el Parque Nacional El Ávila o Waraira Repano. En tal sentido se dieron los primeros pasos concretos en 1842, cuando la República expropió toda la cuenca del Catuche y sus vertientes.

Un defensor del Ávila

El Ávila tuvo en Guzmán Blanco uno de sus más férreos defensores. Apenas veía una quema en la montaña, ponía en movimiento a todo aquel que estuviera en Caracas para apagarlo. Ordenó mayor vigilancia en los bosques, dictó leyes para prohibir la deforestación cerca de las fuentes y quebradas del valle de Caracas, se arrestó a los culpables de las quemas e inclusos a aquellos que actuaban por negligencia.

Guzmán Blanco trató de resolver el problema de la merma de las aguas que abastecían a la ciudad mediante la construcción de un acueducto que traía agua desde Macarao, pero también resultó insuficiente, por lo que se tuvo que recurrir a otras quebradas del Ávila: Gamboa, Chacaíto y más adelante Quintero.

Una luz para la serranía

El resurgimiento de los Juegos Olímpicos en 1896 fue un hecho que marcó un cambio de rumbo en la mentalidad criolla, pues trajo consigo una nueva modalidad de diversión no contemplada hasta ahora, en la que entraba el concepto del deporte, entre estos, el deporte de las alturas.  Un número cada vez mayor de jóvenes comenzó a recorrer las picas y trochas abiertas en El Ávila, inspirados a su vez en los grandes alpinistas europeos. De aquí que se volvería  “fuente de esparcimiento”, concepto ajeno al pasado siglo.

En el siglo XX, con el hallazgo del petróleo y la luz eléctrica, El Ávila pudo tomar un respiro, pues la industria de “tumbabosques” cayó en desuso y algunos cultivadores que quedaban se fueron hastiando ante acoso de las autoridades.

Un hecho que influiría positivamente en el camino hacia la declaración del Ávila como parque nacional fue la publicación por parte del naturalista Alfredo Jahn de su ensayo “Bosques y Aguas” en 1909, en el que resalta la importancia de mantener la cubierta vegetal de los bosques intacta para obtener un caudal equilibrado de aguas. Por otro lado, el crecimiento de la ciudad dio pie al nacimiento de toda una generación de poetas y pintores, encabezados con Manuel Cabré a la cabeza, que contribuirían a despertar el interés por la montaña y su puesta definitiva en protección.

El 25 de junio de 1910 se avanzó en la conservación del Ávila, cuando el presidente Juan Vicente Gómez, promulgó la primera ley venezolana de protección de los bosques.

 

Por su parte, en 1925 tienen lugar las primeras compras estatales en El Ávila, entre ellas la hacienda de café “La Trinidad”, hoy conocida como “Los Venados” y sede actual de la Administración del Parque.

El nacimiento de los primeros clubes deportivos también influyó en el deseo de las personas de contar en Caracas con un lugar de esparcimiento en las alturas.

 

El 5 de diciembre de 1929 fue fundado el Centro Excursionista Caracas (CEC), presidido por Miguel Delgado; mientras que en marzo de 1946, se sumó el Centro Agustín Codazzi, del Liceo Fermín Toro. Ambos grupos fomentarían, desde entonces, excursiones a los diferentes puntos del Ávila y hoy por hoy son referencia. Actualmente, son diversos los grupos de excursión, entre estos cabe mencionar al Centro Excursionista Universitario de la UCV, fundado en 1958,o el Centro Excursionista Loyola.

Durante el gobierno de Eleazar López Contreras se lograron grandes avances. Es en este periodo cuando se crea el Ministerio de Agricultura y Cría (predecesor de INPARQUES), se organiza el Servicio de Bosques y Aguas del Distrito Federal, destinado en gran parte a la vigilancia del Ávila; además se comenzaron a abrir una serie de caminos y un primitivo Cortafuego, siguiendo la Cota Mil, siendo una de las primeras medidas antiincendios que se tomaron en el Ávila.

En 1936, se crea el Servicio de Reforestación, aunque ya en tiempos de Gómez se habían iniciado estas labores pero con pinos, pues era su preferencia. Fue criticado duramente por esto pues estos árboles resecan el suelo e impiden el crecimiento de otras plantas.

Hacia una declaración

La suma de todo esto sentó finalmente las bases para la creación de los parques nacionales, que se vio enormemente influenciado por las labores de Henri Pittier, quien fue uno de los que luchó para que fueran puesto bajo protección las laderas del Ávila.

 

Destaca por haber escrito una carta a López Contreras sobre la necesidad de que el Gobierno adquiriera para la nación los bosques de Aragua entre Maracay y el mar, naciendo así el primer parque nacional del país en 1937: Rancho Grande (rebautizado en 1953 con el nombre de Henri Pittier en honor a aquel), y echándose las bases de lo que sería más tarde el Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

En 1940, el mismo año en que Venezuela firma la Convención de Washington y asume de esta manera la definición internacional de parques nacionales, se propone por primera vez en un documento interno del Ministerio de Agricultura y Cría (MAC) que la sierra del Ávila fuera declarada parque nacional, en virtud de su cercanía a la capital y de su belleza paisajística.

 

Para la fecha, el Ejecutivo había ido comprado otras fincas en El Ávila (13 en total), desde el Camino de los Españoles hasta la quebrada Caurimare, con el objetivo de proteger los bosques y quebradas que suministraban agua a la capital.   

Cabe destacar que en un primer momento no estaba previsto incluir en la idea de parque nacional a la vertiente norte, pues  no afectaba directamente la vida de la capital. Los núcleos poblados como Galipán, Hoyo de la Cumbre y los caseríos adyacentes al Camino de los Españoles fueron tolerados porque a pesar de que sus actividades agrícolas afectaban los caudales de los ríos que descendían al litoral, escasamente poblado, surtían a Caracas con su variada producción agrícola y hortícola.  Además, Galipán siempre fue muy famoso por su producción de flores.

En 1949, el doctor Tobías Lasser, fundador de la escuela de biología y de la facultad de ciencias de la UCV, propuso ante la Primera Convención Nacional Forestal, en Barquisimeto, que el Ministerio de Agricultura y Cría adquiriese otras fincas, de manera de forma un área continua que permitiera crear un gran parque nacional que incluyera todo el Ávila hasta el Pico Naiguatá. De este modo, señalaba, se serviría a dos fines: se protegerían los bosques y se le ofrecería a los habitantes de Caracas un lugar de recreo de fácil acceso y por lo tanto económico para el esparcimiento.

En 1952, la primera convención sobre Conservación Urbana celebrada en Caracas recomendó al Ejecutivo que se declarase parque nacional a la “serranía del Ávila”, en sus vertientes norte y sur. Este mismo año tuvo lugar la declaración del segundo parque nacional venezolano: la Sierra Nevada en Mérida, lo que sirvió de presión para que la capital también tuviese su parque nacional.

La fundación el 16 de octubre de 1953 de la Sociedad de Amigos del Ávila constituyó un hecho muy importante en la toma de consciencia de la necesidad de la preservación del Ávila, lo que fue decisivo para iniciar el estudio sistemático que sirvió de soporte a la declaratoria del parque nacional.

Finalmente, el Ministerio de Obras Públicas (MOP) solicitó en 1954 un estudio donde se reunieran por primera vez las informaciones básicas para la creación del parque nacional.

 

Dicho estudio estuvo a cargo y fue presentado por el urbanista y planificador González Vale, jefe de la Dirección de Bosques del Ministerio de Agricultura y Cría, en el cual planteaba la creación del Sistema Metropolitano de Caracas a tres niveles: la ciudad, como zona residencial; el Litoral, como lugar de salida y esparcimiento masivo de la población; y el Ávila, con funciones múltiples: como pulmón vegetal, protección contra las inundaciones, proveedor de agua, museo natural de primer orden por sus recursos de flora y fauna, y también como lugar de esparcimiento.

En ese informe presentado por González Vale se señalaba de manera general que como todo parque, El Ávila debía servir para la protección de la naturaleza, como sitio de investigación, de educación, de recreo y como atracción turística.

Durante el gobierno de Pérez Jiménez se decidió dotar, finalmente, a Caracas de un parque nacional. En el proceso de creación del parque, como primera medida se trabajó en la infraestructura, tendiendo un teleférico hasta la cumbre del Ávila  y construyendo el Hotel Humboldt, para atraer a un número cada vez mayor de turistas nacionales y extranjeros a disfrutar de las bellezas naturales de la montaña. Estas obras estuvieron concluidas antes de la declaración. 

El 12 de diciembre de 1958 la Junta Provisional de Gobierno, presidida por Edgar Sanabria, a través del decreto n° 473, aparecida en Gaceta Oficial N° 25.841, le da al Ávila categoría de Parque Nacional, con una superficie de 66.192 hectáreas, que fueron ampliadas por el presidente Carlos Andrés Pérez, el 26 de mayo de 1974, mediante decreto n°114, Gaceta Oficial N° 30.408, a 85.192 ha, con la intención de incluir espacios importantes de la serranía no contemplados en el anterior.

Por último, por decreto n° 7.388 del 22 de abril de 2010, el presidente Hugo Chávez oficializó el nombre del parque nacional como Waraira Repano, a lo cual autores como Bruno Manara señalan que es falso que así llamaban los indios Caracas a la serranía.

Dos resoluciones también hacen referencia al Ávila, la del 26 de abril de 1966 en la que se declara el Ávila como monumento histórico nacional; y la del 7 de enero de 1986 en la que se determina el reglamento del Parque Nacional El Ávila.

El reglamento 
Declaración como parque nacional
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