La idea de construir un sistema de transporte que pudiese alcanzar la cumbre del Ávila se remonta a mediados de 1930, cuando Fred Goetsch Goesche, empresario suizo de gran renombre y estudioso de los ferrocarriles, propone ante el Ministerio de Obras Públicas, la construcción de un sistema poco conocido para aquel entonces para llegar al mar por medio de la montaña y así aprovechar las maravillosas vistas de la capital y su litoral a lo alto.

Se trataba del funicular, el cual se define como una especie de tren, el cual impulsado por cables tractores, puede subir o bajar una pendiente. A diferencia de los sistemas teleféricos, términos que se confunden a menudo, el funicular usa vehículos dotados de ruedas de acero que corren sobre rieles dispuestos a modo de ferrocarril.
En 1934, con aprobación del gobierno de la República, se iniciaron los trabajos del funicular que llegaría hacia la Silla de Caracas y de allí pasaría al Litoral. Sin embargo, estos trabajos se detuvieron rápidamente debido a los altos costos y a que el presupuesto estimado no alcanzó para favorecer el correcto desarrollo de la obra.

Tuvieron que transcurrir muchos años hasta que otra persona se viera interesada en escalar mecánicamente la montaña. Finalmente, este personaje fue el conde ruso/francés Vladimir de Bertren, ingeniero y destacado combatiente en la segunda guerra mundial, con un amplio conocimiento e interés por los sistemas de transporte teleféricos.
De Bertren llegaría a Venezuela en 1952, instalándose en la ciudad de Caracas, donde desde el inicio quedó asombrado por la “muralla natural” que divide al litoral caribeño, elaborando así los primeros bocetos de lo que sería un teleférico hacia la montaña.

La idea original contemplaba la instalación de un teleférico desde Caracas hasta el Pico Naiguatá (2.765 m.s.n.m.). Sin embargo, tras realizar él mismo expediciones hasta el pico, se percató que la ruta no cumplía con las condiciones mínimas requeridas por ser una pendiente muy elevada, reorientando su plan hacia el Pico Ávila (2.159 m.s.n.m.).
Tras confirmar que había un ambiente propicio para planes como el suyo y que El Ávila presentaba condiciones para la instalación de un teleférico de uso turístico, planteó su proyecto ante el gobierno nacional.

De Bertren es recibido en 1953 por el Ministro de Obras Públicas, Julio Bacalao Lara, quien como no conocía El Ávila, decide visitarlo personalmente para percatarse de la factibilidad del proyecto para planteárselo a General Marcos Pérez Jiménez.
Una vez en la cumbre, pudo notar de inmediato la recompensa: una vista impresionante del valle de Caracas, la ciudad moderna que pujante se extendía por el mismo. Por lo que, seducido por este planteamiento, designó de inmediato al ingeniero Gustavo Larrazábal para que tomara las riendas del proyecto y realizara los estudios pertinentes para iniciar su construcción.
Antes del teleférico, fue el funicular
El teleférico de Bertren
