Para este proyecto no pudimos visitar personalmente las ruinas de Mestiatis, pero compartimos información de interés sobre la vía de acceso, donde vivió este otro curioso personaje que hizo vida en El Ávila o Warairarepano.
¿Cómo llegar?

Para llegar a las ruinas, debes utilizar la entrada al parque ubicada en la urbanización La Urbina (Petare). Se debe llegar al PGP Galindo (1000 m.s.n.m), el cual se encuentra muy cerca del nivel de la calle. Aquí comienza un camino que va subiendo, continuando se llega al pie del topo o estribo Arvelo, anteriormente “Altos de Arvelo” o “Haciendas San Rafael”, que pertenecería al señor Rosendo Antonio Arvelo, su viejo propietario, residente de Petare.
Al llegar al topo Arvelo bifurcación; el camino a la derecha, en dirección este, se dirige al lugar denominado Mestiatis. Esta es otra vía que conduce al Pico Naiguatá, aunque poco utilizada.
En el sitio apenas quedan unos cuantos muros en pie, de la que fue una antigua casa-hacienda de café, que en otros tiempos fue una grande y hermosa mansión a 1.560 m.s.n.m., rodeada de muchos cafetos y árboles centenarios de sombra, propiedad del conde Aldolfo Mestiatis.
¿Quién fue Adolfo Mestiatis?
El conde Adolfo de Mestiati (1860-1935) nació en Turín, Italia, en 1860. Descendía de una familia de la más alta aristocracia del Piamonte, pues contaba como prima tercera a la princesa Pozzo Della Cisterna, que casó con el Duque de Aosta y que fueron reyes de España. Mestiatis poseía el título de Marqués di Graglia.
Otra descripción señala que Mestiati era miembro de la casa de Saboya y primo del Rey Victor Manuel II, primer rey de Italia. El hecho es que, provenía de la realeza, y vivía muy cómodamente.



Nunca se mostró interesado en la política, no obstante, en la Corte le apreciaban por su campechanería, lo que dio motivos suficientes para que su primo, el Rey, deseando deshacerse de él, gestionase para él un matrimonio acorde con su categoría social y que habría de celebrarse con arreglos al real protocolo.
Una boda sin novio
Aunque Dios no premió a Mestiati cuando repartió la elegancia masculina que enloquece a las mujeres, al menos le dio una tremenda habilidad para poner en riesgo hasta sus propias ropas cuando le mostraban un juego de naipes o un cubilete con dados, y es que los juegos de azar eran su afición.
Cuando llegó el día de la boda todo parecía marchar bien (…) El palacio regiamente iluminado, millares de invitados cruzando la frontera con dirección a Roma, en cuyas altas esferas solo se murmuraba del gran matrimonio con la linda condesa, de la cual nunca se conoció el nombre.
Llegó la noche nupcial, la novia magníficamente trajeada, esperaba el momento para hacer su aparición. El conde Mestiatis se dirigía a la iglesia en carroza, pero le informaron que en cierto club secreto se realizaba una partida de póker, donde fácilmente podría ganarse unos cuantos millones de liras. Mestiati, pensando que este juego no le quitaría mucho tiempo, hizo desviar la carroza para participar en el juego, pero se enfrascó en una jugada que lo distrajo hasta el amanecer, dejando plantada en la iglesia a la novia, quien estaba inconsolable, desmayada en un diván.
Fue todo un escándalo y tal la ira que despertó este desplante en el rey que incluso durante algún tiempo los antimonarquistas le asignaron el alias “El Rey que rabió”. Tras el escándalo del matrimonio fallido, que puso en aprietos al Rey ante representantes extranjeros, Mestiati fue expulsado por su primo, quien ordenó que lo montasen en el primer navío que zarpase rumbo a América, específicamente a Venezuela. Corría el año 1897.
